domingo, 30 de septiembre de 2012

VOLUNTARIO - BLOQUE 1 - Recensión -


MODELOS DE INFANCIA

por Anabel Sáiz Ripoll


Los cambios experimentados en la literatura infantil y su evolución a lo largo de los siglos XIX y XX, están íntimamente relacionados con los cambios producidos a nivel social, político y cultural.

De esta forma, la literatura dirigida a los niños de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, es un reflejo de la sociedad de la época; los niños protagonistas de las obras se enmarcaban dentro unos parámetros o modelos que reflejaban la forma de actuar y pensar de la sociedad de entonces; el niño era un adulto en miniatura, únicamente preocupado por el buen comportamiento (desde un punto de vista adulto), con las obligaciones propias de éstos, y sin ninguna posibilidad de expresarse acorde a su edad infantil – quedan fuera las travesuras, la experimentación, el juego, etc.-.
En los textos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, posiblemente los niños no encontrasen la diversión que se espera encontrar cuando te enfrentas a una obra escrita (diversión entendida desde un punto de vista lejano al de los niños de la época, desde un punto de vista actual), más bien la finalidad que se buscaba en la literatura infantil era la de inculcar en los niños unos modelos, valores y formas de conducta aceptadas por la sociedad en la que se enmarcan, desechando comportamientos fuera de la costumbre y de lo aceptado socialmente, aunque estos comportamientos fuesen los propios de la edad infantil.

El público infantil encontraba en las obras literarias la diferencia (siempre desde un punto de vista adulto), entre lo bueno y lo malo, rico y pobre, etc., constantemente influenciado por la presencia divina, vigilante y coartante.

Dentro de este tipo de literatura, creada por adultos pero sin tener en cuenta al público al que se dirigían, los niños, se encuentran los “Cuentos de Calleja”, pionero en este ámbito literario, y “El Camarada” de José Dalmau Carles; obras en las que los niños protagonistas eran niños estudiosos, obedientes, aplicados, caritativos, sumisos, etc., (características más propias de personas adultas).

La literatura infantil de posguerra compartió los cambios que se produjeron en la sociedad española. De este modo, los textos se acercaron al público al que estaban dirigidos, ofreciendo una temática más acorde a ellos, lejos de medidas y ejemplos de conducta y actitud, y más cerca de las necesidades y las actuaciones infantiles.
En la literatura de esta época, los protagonistas eran niños que se asemejaban a los niños reales; en los textos los protagonistas viven experiencias con las que los lectores podían sentirse identificados.
Se dejó atrás el modelo de niño adulto, y se empezó a tener en cuenta la finalidad de la literatura infantil, que no era otra más que entretener y divertir, consiguiendo en los niños un sentimiento de cercanía y similitud con los protagonistas de los textos.
Como ejemplo de este cambio en la visión de la literatura infantil y de la infancia en su conjunto, aparece “Antoñita, la fantástica” de Borita Casas, obra protagonizada por una niña traviesa, curiosa, observadora.

A partir de este momento, los autores de literatura infantil continuaron mejorando la temática de sus obras y las características de sus personajes protagonistas, acercándose cada vez más a las características de su público. Proceso éste íntimamente relacionado con la evolución social, a la vez que política y cultural.
Como ejemplos de obras en las que ha evolucionado el modelo expuesto están Marcelino Pan y Vino”, de José Mª Sánchez Silva; El Polizón del Ulises, de Ana Mª Matute; La ciudad que tenía de todo, de Alfredo Gómez Cerdá.

De este modo, la literatura infantil ha evolucionado, al igual que la sociedad, desde un modelo de niño sumiso, temeroso, incapaz de hacer nada por sí mismo, hasta un modelo en el que se representan personajes acordes con las formas de ser y de actuar de los niños de hoy en día; niños autónomos, traviesos, capaces de pensar por sí mismos, curiosos, independientes, exploradores de su entorno; niños al fin y al cabo.

No se debe olvidar nunca el fin de la literatura infantil y las características de su público; para escribir para los niños, hay que intentar pensar como ellos.


sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Por qué ese título?

“¿Qué hay de comer?; Canguingos y patas de peces”.

Esa era siempre la respuesta en casa cuando se hacía la pregunta diaria; se la hicieses a quien se la hicieses de la familia, sabías de antemano la respuesta, lo que se convirtió en un juego.
Hago esta alusión a mis recuerdos de infancia y a mi familia, porque junto a esos recuerdos está el nacimiento de mi afición y amor por la lectura, y es a quienes, en parte,  se lo  debo.
Dicho amor nace en el colegio, gracias al gran trabajo realizado por mis profesoras de E.G.B., con las que conocí la poesía, la prosa y el teatro, proceso que siempre se trabajó con entusiasmo y diversión, lo que considero fundamental para sembrar la semilla del gusto por la literatura en los alumnos.
A este trabajo realizado por mis profesoras, se ha sumado siempre el realizado por mi familia; en cualquier reunión familiar siempre ha habido, y hay, unas tardes repletas de tertulias sobre política, cine, arte, música y como no, literatura. Lo que ha contribuido a enriquecer mis conocimientos  e inquietudes.
Con esta presentación os doy la bienvenida a mi blog, esperando que disfrutéis con él y aportéis lo que consideréis necesario para conseguir enriquecer este espacio y lograr acercar la lectura a todos, e intentar hacer que nazca en todos el gusto y la inquietud por los mundos que se encuentran escondidos en los libros a la espera de su lectura.

Espero que os guste,
Andrea