A continuación vais a encontrar la adaptación del cuento Todaclasedepieles.
La adaptación está enfocada a un público infantil, de Segundo y Tercer Ciclo de Educación Primaria.
Es un cuento largo, y por ello se han introducido elementos que mantienen la atención y el interés de los niños.
Espero que os guste.
TODACLASEDEPIELES
Esto era una vez que yo sabía un cuento pero se me quedó dentro y no me
acuerdo, voy a ver si me sale otra vez.
Creo que comenzaba así: “Hace tiempo, mucho tiempo, en un lejano país,
reinaban dos reyes jóvenes y apuestos. La relación que mantenían estaba repleta
de amor, confianza y ternura; tenían un hijo, el futuro heredero, amable
también y apuesto como sus padres. Pero al rey le faltaba una flor en su ramo,
deseaba tener una hija a la que mimar y transmitir su amor por la jardinería y
la literatura; hija que no llegaba.
Cuando el pequeño príncipe cumplió cuatro años, la reina, muy ilusionada
comunicó en secreto a su esposo que volvía a estar embarazada, deseando desde
lo más profundo que el bebé que esperaba fuese la niña que tanto añoraba tener
el rey.
El cumpleaños de Gerald, el príncipe, se convirtió en la celebración más
grande que nunca se haya visto.
Pasaron los meses, y el deseo del rey de tener una hija fue creciendo a la par que la tripa de su esposa, al igual que la incertidumbre del sexo del futuro bebé.
Una noche, pocas semanas antes del nacimiento, la reina soñó con su
futura hija, pudo ver su aspecto con tal claridad que no dudó ni un momento en
la veracidad del sueño, considerándolo una señal, por lo que despertó apresuradamente
al rey, tendido en la cama junto a ella, para contarle la buena nueva.
El rey no cabía en sí de gozo; pensar que su deseo más intenso se haría
realidad en cuestión de días le llenó de una felicidad infinita, que supo muy
bien transmitir y contagiar tanto a su esposa, como a su hijo, como a todos los
residentes de palacio.
A partir de ese momento, comenzaron los preparativos de recibimiento de
la princesa, en lo cual, debido a la felicidad reinante, participaron todos los
allegados a palacio, contribuyendo con colchas, vestidos, mantas, toallas,
juguetes, y un largo etcétera.
Cuatro semanas después de aquel sueño revelador, nació Dalma, una pequeña
niña de grandes ojos, pelo oscuro y hambre voraz.
Ese nacimiento aportó al matrimonio de reyes la felicidad plena,
repercutiendo su ánimo en palacio y en todas las poblaciones pertenecientes al
reino.
Los años pasaron, la vida en palacio se dividía entre las obligaciones
reales y los diversos juegos infantiles.
Los reyes, volcados siempre en el bienestar de sus hijos y en su
formación, les proporcionaron la educación necesaria para que supieran siempre
valerse por ellos mismos, para que tuviesen siempre voz en todos los ámbitos de
su vida futura; el príncipe, como heredero del reino, recibió una educación acorde
a las obligaciones que tendría que afrontar cuando se convirtiese en monarca, y
la princesa, una educación bastante más amplia de lo que se acostumbraba a dar
a las niñas en aquella época.
Junto a esa formación, el rey, como había sido su deseo, logró inculcar a
su hija, el amor por la jardinería y la literatura, gracias a lo cual, en los
momentos difíciles que atravesó el reino, momentos de guerras y tensiones con
reinos colindantes, la princesa Dalma conseguía apaciguar a los habitantes de
palacio en los malos momentos, decorando los jardines, nunca faltaban las
flores en los jarrones, lo que aportaba además de luz y color, una fragancia
que recorría todas las estancias. Ella misma lograba evadirse refugiándose en
la biblioteca, entre las historias más fantásticas e increíbles jamás escritas.
Llegó el momento de casar al príncipe, y los reyes, fieles a su forma de
pensar y pensando siempre en el bienestar de su hijo, no acordaron el
matrimonio con ningún monarca, a pesar de haber recibido innumerables ofertas
para ello.
Los reyes deseaban que su hijo viviese una historia de amor eterna tan
maravillosa como la que ellos continuaban viviendo, deseaban que su hijo
eligiese a la mujer que le acompañaría en su vida por él mismo.
Después de unos meses, Gerald se presentó en palacio sin aliento,
nervioso y con un brillo especial en los ojos, tenía que decirles a sus padres
que había encontrado a la mujer que pasaría el resto de su vida con él, la
mujer que sería reina.
La ceremonia se organizó rápidamente, y contrajeron matrimonio en medio de una multitud de grandes personalidades y de las familias de ambos.
En la fiesta posterior al enlace, Gerald, queriendo agradecer el gesto
que tuvieron sus padres dándole la oportunidad de casarse con la persona que él
eligiese, reunió a los reyes y a su hermana, y les dijo:
"Gracias padres por la
oportunidad que me habéis brindado, gracias por haberme hecho tan feliz. Me
considero el hijo más afortunado del mundo".
Y dirigiéndose a su hermana, le
dijo: "Dalma, eres la persona más bella e interesante que conozco, estoy seguro
que algún día, no muy lejano, podrás sentir en tu cuerpo la felicidad que
siento yo en este momento. No cambies nunca, mantente siempre fiel a ti y a
nuestros padres. Yo siempre estaré a tu lado".
La última frase se la dedicó a los reyes: "Papá, mamá, os pido que deis a
Dalma la misma oportunidad que me habéis dado a mi eligiendo esposa. Continuad
con la labor hasta que llegue el momento de que tenga que desposarse, pero
cuando llegue ese momento, dadle el tiempo que necesite, permitidla ser igual
de feliz de lo que ha sido desde niña".
Después de unos años, cuatro para ser exactos, Dalma cumplió 16 años,
momento previsto para que contrajera matrimonio.
Los reyes, durante la cena que celebraron para la celebración del
cumpleaños de su hermosa princesa, comentaron que había llegado el momento de
que se casase.
Dalma ya lo había estado pensando, pero no era algo que entrase en sus
planes, en su vida, de momento, no cabía marido, tenía demasiadas cosas por hacer
y por descubrir, no estaba preparada.
En la conversación, tal y como lo habían hecho siempre, Dalma anunció a
sus padres su deseo de no contraer matrimonio, ella quería viajar, quería
conocer en persona parte de los países que había conocido en los libros, tenía
la necesidad de respirar fuera de las fronteras del reino, no podía casarse
todavía.
Los reyes, que sabían de la postura de su hija mucho antes que ella la
comentase, se quedaron callados, pensativos, preocupados.
Durante los días siguientes, semanas incluso, los reyes no dejaron de
pensar en el tema, querían que su hija tuviese la posibilidad de elegir su vida
y su futuro, pero el matrimonio era algo que no debía ni podía cuestionarse,
debía casarse.
Intentaron convencer a Dalma proponiéndole diferentes estrategias; podían
organizar un gran baile al que acudirían los jóvenes más apuestos y amables
conocidos, podrían buscar a la persona que reuniese todas las características
que ella buscaba en su futuro marido, y una larga lista de artimañas para
lograr disuadirla de su decisión. Pero nada de lo intentado logró hacer cambiar
de idea a la princesa.
Debido a la situación en la que se encontraban, los meses pasaban y la
princesa no decidía pasar por el altar, los reyes decidieron, a pesar de su dolor
y de las posibles consecuencias, hacer desaparecer a la princesa.
Una tarde, mientras Dalma se ocupaba en adornar el jardín, los reyes la
llamaron al despacho real para transmitirle lo decidido.
El plan consistía en lo siguiente: el próximo día que hubiera cacería,
Dalma acompañaría al rey, y en un descuido de la guardia, huiría campo a través
hasta llegar a un gran árbol en cuya base había flores azules y amarillas. En
el hueco del árbol encontraría el avituallamiento necesario para poder pasar
los días necesarios caminando hasta que alcanzase la frontera del reino,
entonces sería libre de la obligación del matrimonio.
Así se llevó a cabo; un domingo de marzo, la corte real, con el rey y
Dalma a la cabeza, se adentraron en el bosque para participar de una aparente
jornada de caza.
En un preciso momento, tras un gesto del rey hacia su hija, ésta se
desvió de la recorrido establecido, adentrándose en el bosque, siguiendo las
indicaciones de sus padres.
Al llegar al árbol gigante que tenía flores azules y amarillas en su
base, paró a descansar y llorar, había conseguido librarse de su obligación
matrimonial, pero para ello había tenido que abandonar a las personas que más
amaba, había tenido que dejar atrás a sus padres.
Cuando se compuso de nuevo, hurgó en el hueco del gran árbol y encontró
el hatillo que le habían preparado, lo
abrió y descubrió lo que contenía.
En él sus padres habían guardado tres vestidos tejidos por su madre, uno
de ellos era tan dorado como el Sol, otro tan plateado como la Luna y el último
tan brillante como las estrellas, un amplio y cálido abrigo que la protegería
en las noches más frías, un colgante que contenía una flor en miniatura
guardada en un pequeño frasco de cristal, una letra de oro con su inicial y el
anillo de boda de su madre, y el libro que tantas noches infantiles le habían
leído sus padres.
Tras unos momentos en los que rememoró los momentos más felices vividos
con su familia, y después de recordar las palabras de su querido hermano – "No
cambies nunca, yo siempre estaré a tu lado" –, se puso el colgante en el
cuello, se cubrió con el gran abrigo, guardó los vestidos y el libro de nuevo
en el hatillo, y se dispuso a refugiarse del frío y de las voces de los
guardias que ya habían iniciado su búsqueda.
Pasaron varias jornadas andando de noche, para evitar ser vista, y
durmiendo refugiada durante el día; alimentándose de los pocos frutos que
encontraba y de las hierbas comestibles que conocía gracias a su afición y sus estudios de jardinería.
Mientras, los reyes se sumieron en una profunda añoranza y pena,
preguntándose constantemente por el paradero y la salud de su querida hija.
Pero estaban seguros que conseguiría lo que se propusiese, y ese sentimiento
les mantuvo vivos y unidos.
Varios días después, Dalma se encontró a las afueras de una villa,
parecía grande y estaba llena de gente. Era día de mercado, y los comerciantes
gritaban y andaban de un lado para otro, tropezando incluso con ella.
Pasó desapercibida hasta que, al detenerse en un puesto que vendía
pasteles, un joven apuesto se la acercó preguntándola si podía invitarla a uno.
Dalma debía de tener ojos hambrientos, estaba desaliñada, cansada, no recordaba
la última vez que había sentido lleno su estómago, y la oferta del joven la
tentó, pero debía pasar desapercibida, no sabía de quién se trataba, y no debía
darse a conocer, por lo que negó el ofrecimiento muy a pesar suyo.
Aquel joven, al ver a esa muchacha que parecía hambrienta y cansada, le
ofreció cobijo en su casa; al mirarla a los ojos había sentido el impulso de
ofrecerse, aunque sólo dispusiese para ello de un día.
Dalma, viéndose en la situación que se encontraba, aceptó la invitación,
y aquella noche pudo darse un placentero baño y cenar caliente.
A la mañana siguiente descubrió que el muchacho que se le había acercado
en el mercado y que le había dado cobijo esa noche, resultó ser el príncipe del
reino colindante al suyo, lo que la asombró y asustó.
Cuando se disponía a abandonar el palacio, el príncipe la llamó al salón,
quería saber de dónde venía y a dónde se dirigía.
Al saber que Dalma no tenía destino concreto ni tampoco lugar donde
quedarse, la ofreció vivir en palacio como sirvienta, de ese modo tendría
siempre una cama y plato de comida.
Dalma, dentro de su desesperación y del temor a tener que volver al
bosque, aceptó el ofrecimiento y pasó a formar parte de la plantilla de
palacio, ayudando en las labores de la cocina.
Al cabo de unas semanas, llegó el encargo a la cocina de palacio de
preparar comida suficiente y apropiada para los bailes que se celebrarían con
el objetivo de que el príncipe encontrase una mujer con la que contraer
matrimonio.
La noche del primer baile, Dalma pidió al jefe de cocina, con quien había
entablado una gran amistad, que la dejase acudir a la celebración, diciéndole, para
logra convencerle, que nunca había tenido la oportunidad de asistir a ninguna
fiesta de ese tipo.
El jefe de cocina accedió, pero antes hizo un trato con Dalma: "Todaclasedepieles
(nombre cariñoso con la que la conocían en palacio debido al gran abrigo
con el que había llegado), puedes ir, pero debes volver una hora antes de que
el baile termine, necesito que prepares la cena al príncipe, ¿puedo contar
contigo?". Dalma aceptó de inmediato y le dio su palabra de que estaría allí a
la hora convenida.
Todaclasedepieles, (como se había acostumbrado a que la llamasen en palacio), se retiró a
su habitación, sacó el vestido tejido por su madre tan dorado como el Sol, se
atusó el cabello y se dirigió al salón donde se estaba celebrando el baile.
El príncipe se fijó en ella desde el momento en que atravesó al puerta,
pero no reconoció a su sirvienta, ya que vestida de ese modo parecía una
princesa (lo que realmente era).
Se acercó, intrigado por la belleza de esa desconocida, y la sacó a
bailar. Se quedó prendado de ella, descubrió que además de bella, tenía una
conversación interesante y una simpatía peculiar.
Al término del segundo baile, cuando el príncipe la iba a pedir que
volviese mañana, Todaclasedepieles se escabulló, se alejó del salón con
la sensación de los ojos del príncipe en su espalda, pero debía cumplir la
palabra dada a su jefe, debía preparar la cena.
Dalma se cambió corriendo en su habitación, volvió a vestir su traje de
sirvienta y se recogió el cabello de un modo más apropiado al atuendo que llevaba.
Preparó la cena del príncipe absorta en el recuerdo de los bailes
compartidos hacía apenas unos minutos, y decidió colocar su colgante entre la
guarnición que preparó para el príncipe.
Cuando el príncipe terminó la cena, descubrió un raro objeto en su plato,
era un pequeño frasco de cristal que guardaba una flor en miniatura. No sabía
de dónde provenía, y decidió bajar a la cocina a preguntar por el dueño de
aquel objeto.
Habló con el jefe de cocina y le preguntó quién había preparado la cena
de esa noche, a lo que contestó temeroso, que él mismo, como todas las noches.
El príncipe no dio explicaciones del por qué de su pregunta, y guardó el
pequeño abalorio en un cajón de su mesilla.
La noche siguiente se celebró el segundo baile. Dalma estaba impaciente,
y volvió a pedir permiso a su jefe para acudir, a lo que respondió de la misma
manera que la noche anterior: "Todaclasedepieles, recuerda nuestro pacto,
debes volver para preparar la cena del príncipe". Dalma aceptó encantada.
Volvió a vestirse para la ocasión, esta vez con el vestido tan plateado
como la Luna, y se presentó en el salón deseosa de reencontrase con el príncipe
y compartir el baile con él.
La situación transcurrió del mismo modo que la noche anterior; compartieron dos bailes y cuando el príncipe iba a declararse, ella soltó su
mano y abandonó el salón.
Se dirigió a su habitación donde se vistió con su uniforme de sirvienta y
se dispuso a preparar la cena del príncipe.
Esta vez, dejó caer en la sopa que preparó, el colgante de oro con la
inicial de su nombre, intrigada y a la vez temerosa por la posible reacción del
príncipe.
Cuando éste la encontró se sorprendió, y aunque no conocía el verdadero
nombre de aquella chica, comenzó a sospechar de su procedencia, por lo que
decidió no bajar a preguntar esta vez a la cocina, y esperar el baile de la
noche siguiente.
Esa noche la reina, madre de Dalma, tuvo un sueño; en él aparecía su hija
engalanada con el vestido tan brillante como las estrellas que le había confeccionado.
Estaba bailando con un joven guapo, rodeada de gente admirada por su belleza.
Se la veía feliz.
Al igual que la sucedió semanas antes de dar a luz, consideró aquel sueño
una señal, y corrió a despertar a su marido. Ambos saltaron de alegría, su
querida hija había sobrevivido, se encontraba bien de salud y había logrado
encontrar a la persona que compartiría su vida.
La tercera noche la situación se repitió como las dos anteriores. Dalma
acudió al baile, esta vez ataviada con el vestido tan brillante como las
estrellas; bailó con el príncipe, y momentos antes de que se marchase, éste
deslizó una alianza en el dedo de Dalma, sin que ésta se percatase, absorta en
el momento.
Volvió a abandonar el salón, como las noches anteriores. Cambió el
vestido tan brillante como las estrellas por su uniforme, sin reparar en el
anillo que llevaba en la mano, y se dispuso a preparar la cena del príncipe.
Cuando Dalma, o Todaclasedepieles (como era conocida en palacio), entró en la habitación del príncipe, se llevó una gran sorpresa; él
estaba esperándola, sosteniendo en su mano los objetos que las noches
anteriores había descubierto en la cena, el pequeño frasco de cristal con la
flor en su interior y el colgante de oro con su inicial.
Dalma se quedó inmóvil, no sabía qué hacer, el príncipe había descubierto
que era ella la persona que había estado poniendo esos objetos en su cena.
El príncipe cogió la bandeja que portaba Todaclasedepieles, y se
dispuso a cenar. Mientras degustaba el menú de aquella noche, la dijo: "Desde el
primer momento en que te vi, despertaste algo desconocido en mi interior, pero
gracias a tu decisión de presentarte en el baile y esconder estos objetos en mi
cena, he sabido que eras tú la persona con la que quiero casarme; desde el
primer baile y el descubrimiento de este pequeño frasco, he tenido la
esperanza de que fueras tu, la persona que estaba detrás de todo esto, por eso
te he esperado hoy en mi alcoba. Verte cruzar la puerta, y descubrir la alianza
en tu mano, me ha hecho el hombre más feliz del mundo".
Dalma miró su mano, y sin decir una palabra se acercó a él. En ese
momento, el príncipe, que ya había terminado su cena, cogió el objeto que
encontró en su plato, la alianza de boda de la madre de Dalma, y la dijo: "Esta
es la pareja de mi alianza, lo que nos unirá por siempre".
Ambos se fundieron en un gran beso, comenzando así un amor infinito".
Y... colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
DETALLES DE LA ADAPTACIÓN
ASPECTOS CONSERVADOS
He mantenido la esencia del cuento, con los personajes reales y la necesidad de casar a la princesa.
Otro aspecto que he conservado es la necesidad de huir de palacio de la princesa, el entorno en el que se encuentra durante su huída, el abrigo y los vestidos con los que conquista al príncipe.
La forma en la que finalmente el príncipe pide matrimonio a Dalma, me ha parecido conveniente el mantenerlo, ya que es un final acorde a la historia.
ASPECTOS MODIFICADOS
He añadido el personaje de Gerald, hermano de Dalma, para cambiar el personaje de la princesa siempre hija única de los cuentos.
Me ha parecido conveniente quitar el incesto, debido al público al que está dirigido.
Para cambiar algo la historia, y no añadir elementos trágicos al cuento, he evitado la muerte de la madre de Dalma, ya que es un aspecto presente siempre en los cuentos de princesas.
He cambiado también la forma de pensar de los monarcas, algo más acorde con la actualidad, pero extraña en el contexto y la época en la que se desarrolla el cuento.
A la vez, para intentar estar acorde con el contexto donde se contará el cuento, he cambiado el estereotipo de la belleza como único valor en las princesas, añadiendo una cuidada educación y una forma de ser no muy vista en los personajes de los cuentos de este tipo.
También he variado los objetos que Dalma deja en la cena del príncipe, eligiendo otros más acordes con su historia y sus gustos.
Preciosa adaptación. Perfecto.
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