LA LITERATURA INFANTIL EN LA ESPAÑA DE LOS
NOVENTA
Ana Garralón (CUATROGATOS número 3,
julio-septiembre 2000)
La
literatura infantil se ha situado como uno de los sectores más estables y con
más títulos ofertados dentro de la Literatura española.
Aunque este
dato es esperanzador y podría hacer pensar que la cantidad está relacionada con
la calidad, realizando un análisis tan exhaustivo como el llevado a cabo por la
autora Ana Garralón para este artículo, este pensamiento queda relegado al
conocimiento de la verdadera situación y finalidad de la literatura infantil en
España. La intención con la que las editoriales (las grandes editoriales)
publican obras destinadas a un público infantil o juvenil es puramente
económica, pudiéndose encontrar una diferenciación con la manera de trabajar de
las editoriales más modestas, cuyo objetivo sigue siendo el de entretener y
divertir al público infantil y juvenil.
El boom de
la literatura infantil en España tuvo lugar en la década de los ochenta, cuando
la producción creció de manera excepcional aunando cantidad y calidad en los
textos.
Este género,
al igual que muchos otros, tuvo que hacer frente a un declive económico, lo que
perjudicó el trabajo de las editoriales, y por consiguiente de las
publicaciones.
La década de
los noventa comenzó con un parón en todo lo relativo a la literatura infantil;
desde caída de las publicaciones, hasta un descenso de las traducciones de
obras extranjeras, de las que durante tanto tiempo se habían surtido, lo que
favoreció el protagonismo de obras de escritores nacionales (en castellano o en
lenguas oficiales del Estado, como por ejemplo, Fina Casalderrey, O misterio dos fillos de Lúa).
Aunque la
bajada en la publicación de textos infantiles era notable, las editoriales
consideraban que la producción era demasiado elevada, que no disponían de
suficientes canales de promoción y eran muy escasos los espacios de discusión y
reflexión. Debido a esta consideración por parte de las editoriales, es
necesario precisar el objetivo buscado por los editores, que no es otro más que
el vender; todo está enmarcado en un contexto económico, alejado de los
intereses y gustos del público.
Bajo esta
apreciación se hace imprescindible realizar una distinción entre las grandes
editoriales y las más pequeñas o modestas. Las primeras ponen a su servicio
todas las herramientas de las que disponen para alcanzar su fin último; para
ello se sirven de sus propios premios literarios, sus redes en colegios para
las que preparan colecciones, su capacidad para ofertar diferentes colecciones
a librerías con formatos diseñados de forma especial que les sirven para llevar
a cabo su estrategia de marketing, así como se sirven de escritores conocidos
para conseguir un nivel de venta aceptable (autores que poseen fama pero no
capacidad para escribir el tipo de textos dedicados al público infantil y
juvenil). Las segundas, mucho más modestas, son las que proporcionan a
escritores desconocidos, o menos conocidos y escritores noveles, la oportunidad
de publicar sus obras (con un contenido y una estructura mucho más cercana al
destinatario que las obras de los autores ya consagrados. Ellos continúan
teniendo el interés y la perspectiva del público para el que escriben. Por
ejemplo, Laura Díaz, Finis Mundi); estas editoriales, para mantenerse en su
posición y continuar produciendo, rescatan obras ya descatalogadas o
agotadas, también intentan hacerse un
hueco en el “mercado” de los colegios, realizando ofertas similares a las que
hacen las grandes editoriales.
Un aspecto
que puede empobrecer el sector de la literatura infantil y juvenil, es la
tendencia de muchos escritores reconocidos de escribir por encargo, para lo
cual se les asignan una consignas como el tema, los personajes, la forma del
texto, la extensión, etc.; aunque con ello las editoriales consiguen crear el
interés en esas obras o colecciones, en su mayoría son obras de escasa calidad,
y posiblemente lejos de los intereses de los lectores. Con esta forma de hacer,
se vuelve a la tendencia de años anteriores en los que la literatura infantil
estaba escrita sin tener en cuenta los gustos o intereses de los niños, se
vuelve a distanciar al escritor y sus obras, del público al que se dirigen.
Es necesario
decir también, que los escritores que comenzaron a publicar literatura infantil
en las décadas de los setenta y los ochenta, continúan haciéndolo en la
actualidad, conservando la calidad por la que fueron reconocidos entonces, unos
persistiendo en los temas de entonces – como por ejemplo Juan Farias, A la sombra del maestro –, o explorando nuevos temas, más actuales, –
como por ejemplo Concha López Narváez, La sombra del gato –.
Desde
finales de la década de los ochenta y principios de la década de los noventa,
los temas han ido evolucionando, los escritores han abordado temas poco
frecuentados tradicionalmente en este tipo de literatura; de este modo se
pueden encontrar obras de ciencia ficción – Gonzalo
Moure, Geranium –, temas actuales – Mariasun
Landa, Cuando los gatos se sienten tan solos
–, etc.
Actualmente
lo más extendido, es la literatura infantil “comercial”, que busca llegar a un
público amplio que no se preocupa por aspectos formales, simplemente continúan
consumiendo lo “que está de moda”, obras de temas típicos, recurrentes e
inundados de tópicos, perdiéndose obras de escritores realmente interesantes
desde un punto de vista formal, de contenido y de gran calidad.
Lo que se
puede extraer de este artículo es la poca importancia que se da a la literatura
infantil y a su público; considero que se tiene la idea (errónea) de que
cualquiera puede escribir una obra infantil o juvenil, para ello se necesita
simplemente contar una serie de aventuras o la infancia de cualquier persona
para publicar.
Considero
que esta tendencia no es única en la literatura infantil, sino que actualmente
todo gira entorno al dinero, dejando de lado otras motivaciones,
imprescindibles para ciertos “trabajos”.
Pues tu conclusión, obviamente, refleja bastante bien la realidad. Triste ¿no?
ResponderEliminarAún así resulta interesante ver la literatura infantil no solo desde el prisma de los autores y de los lectores sino también desde el de las editoriales. Este artículo seguro que te ha sorprendido más que el anterior porque apenas se ha tocado en clase. Un gran trabajo. Te lo anoto.