A continuación encontraréis tres obras literarias diferentes, una obra de teatro, un cuento y una poesía.
Para la realización de cada una de ellas se han utilizado tres estrategias de creación literaria distintas, cada una acorde con el género al que pertenecen.
Como siempre, espero que os gusten y disfrutéis de su lectura.
TEATRO
Estrategia: ¿Qué pasaría si...?
¿Qué pasaría si pudiésemos entender lo que nos dicen los animales?, ¿si pudiésemos hablar con ellos como lo hacemos con nuestros padres, hermanos y amigos?
Esta es la historia de un cachorro de perro al que llevan a una casa con una familia de cinco miembros.
Los tres hermanos (Lucas, Candela y Mateo), han descubierto que, mientras sus padres sólo oyen ladridos, ellos son capaces de entender lo que su nueva mascota les quiere decir.
A continuación podréis leer las primeras aventuras y vivencias de este cachorrito asustado junto a su nueva familia.
¡A disfrutarla!
¡Guau!
TRASTO, EL PERRO PARLANTE
Personajes
- Trasto (el perro)
- Lucas (hijo mayor)
- Candela (hija mediana)
- Mateo (hijo menor)
- Carlos (padre)
- Martina (madre)
- Perro grande.
(Trasto está asustado en la cama que ha puesto su nueva familia en un rincón del salón.
Está triste; recuerda a sus hermanos y añora el calor de su madre)
TRASTO: ¿Qué hago yo aquí?, ¿por qué me han separado de mis hermanos y de mi madre?
Qué frío tengo, y qué silencio hay en esta casa.
Me quiero ir, quiero volver con mis hermanos y hermanas, estas personas me asustan, los niños gritan mucho y no me dejan dormir ni comer tranquilo.
Y, ¿por qué me llaman Trasto si mi madre me llamaba Guau?
(Llora)
A la mañana siguiente, la primera que se levanta es Candela, y de puntillas, sin hacer ruido, se acerca a la cama de Trasto.
Le acaricia con suavidad y con cuidado para no despertarle.
CANDELA: (susurrando). Hola Trasto, buenos días. He pasado la noche soñando contigo. Has sido el mejor regalo que he tenido nunca.
Sé que estás asustado, tus ojos me lo dijeron ayer cuando llegaste a casa.
Quiero pedirte perdón por los gritos y por el inquieto de mi hermano Mateo, estábamos muy contentos de tenerte en casa, y lo único que queríamos era jugar contigo, pero papá y mamá, cuando nos llevaron a la cama, nos dijeron que debíamos dejarte descansar, y que no debíamos molestarte cuando comieses ni cuando durmieses, que poco a poco irás creciendo, pero que ahora eres un bebé, y los bebés duermen mucho.
También nos dijeron que echas mucho de menos a tu madre y a tus hermanos, pero a partir de ahora nosotros podemos ser tus hermanos, verás qué bien lo vamos a pasar.
Me nombraron tu responsable, y te aseguro que voy a cuidar de ti. No te preocupes Trasto, vas a estar muy bien con nosotros, te vamos a querer mucho.
TRASTO: (abriendo poco a poco los ojos, miró a Candela, y descubrió que se sentía a gusto con ella, las pocas palabras que pudo entender de todo lo que le dijo, le tranquilizaron, y se hizo un ovillo en su regazo)
CARLOS: Buenos días Candela, ¿hace mucho que estás despierta?, ¿cómo está Trasto?
¡Ay! (exclama mirando el suelo del salón), esto es lo peor de los cachorros, tener que recoger sus pipis. Hoy lo hago yo, ya que se ha quedado dormido en tus brazos, pero esta es una labor que le corresponde a la responsable del perro, ¿sabes a lo que me refiero?
(Va a recoger los pipis y las cacas que había en el salón)
(Cuando termina, vuelve junto a su hija)
¿Quieres desayunar?, venga, vamos a la cocina, que te preparo tu desayuno favorito de los sábados.
(Candela deja suavemente a Trasto en su cama, y sigue a su padre)
(Cuando Candela y su padre han terminado de desayunar, se oye un grito)
MATEO: ¡Buenos días Trasto!, ¡ven que te voy a enseñar mi cuarto!
(El grito despierta bruscamente a Trasto, quien sólo alcanza a ver unas grandes manos que le cogen y le levantan de su cama)
TRASTO: (piensa, volviendo a tener miedo). ¿Qué pasa?, ¿he hecho algo?, ¿dónde está Candela?, me había prometido cuidarme.
A este niño le conozco, creo que se llama Ma, Ma…, Mate…, ay, no me acuerdo, pero es el que gritaba tanto ayer, el que no dejaba de tirarme del rabo.
¡Candela dónde estás!
(En ese momento se escucha la voz de Martina, regañando a Mateo por coger así al cachorro)
MARTINA: ¡Mateo!, ¿qué dijimos ayer de coger así al perro?, está dormido, déjale en su sitio y ven a desayunar.
(Martina coge a Trasto y le deja de nuevo en su cama)
TRASTO: Menos mal que ha llegado a tiempo, pensaba que por hoy había terminado mi descanso.
(Después de desayunar los tres hermanos, deciden, bajo la supervisión de Candela, ir a jugar con Trasto)
CANDELA: Lucas, Mateo, ya sabéis, con cuidado y hablando bajito. Vamos a enseñarle la casa y los juguetes que le hemos comprado.
LUCAS: ¡Qué pesada eres, ya sabemos cómo tenemos que cogerle!, ¿ya se te ha subido el cargo a la cabeza?
MATEO: (casi susurrando). Mi habitación la primera, ¿vale?. Trae, que yo le llevo.
(Los tres cogen a Trasto, esta vez con cuidado, y dejan que sea Mateo quien le enseñe su habitación)
MATEO: ... y esta es mi cama, cuando quieras puedes venirte a dormir conmigo, pero en secreto, ¡eh!, que no se enteren papá y mamá.
Y aquí tengo todos los juguetes. Este dinosaurio es casi tan alto como tu (se ríe).
Ahora le toca a Martina. ¡Toma Martina! (le pasa el cachorro a sus manos).
TRASTO: (Mira pensativo a los tres niños) Bueno, parece que no está tan mal. Sigo echando de menos a mis hermanos y a mi mamá, pero hoy no tengo tanto miedo. Creo que me lo voy a pasar muy bien con mi nueva familia, y la mamá, cuando me ha cogido, tenía un olor especial, ¿será el olor de las madres?, no sé.
(Los tres hermando, con Trasto, se dirigen a la habitación de Candela)
CANDELA: Mira Trasto, esta es mi habitación, no tengo tantos juguetes, pero mira esta muñeca, se llama Sina, ¿te gusta?
Yo también te dejo que vengas a dormir conmigo, pero sin que se enteren papá y mamá, que si no nos van a regañar mucho.
(Mateo interrumpe al oír a su hermana ofrecerle a Trasto dormir con ella)
MATEO: ¡Candela se lo he dicho yo antes!, ¡eso no vale!
CANDELA: SSSSHHHH. ¡Calla Mateo, que esto tiene que ser un secreto!
LUCAS: Venga chicos, no discutáis, si además no va a poder dormir con ninguno de los dos, es una de las normas que pusieron papá y mamá: “el perro siempre duerme en su cama, nunca en las nuestras”, ¿queréis que se lo lleven?, pues dejad de hacer el tonto.
Venga Trasto, que te enseño mi habitación.
Es esta, ya ves, una cama, un escritorio, una silla y poco más.
TRASTO: (piensa) Uy, creo que a Lucas no le gusto demasiado, voy a tener que hacerme rápidamente su amigo.
Ya tengo dos camas, tres con la mía, para dormir. Puedo ir cada noche a una, pero nunca debo equivocarme y meterme en la de Lucas, y tengo que ir con cuidado, por si se chiva.
Me voy encontrando mejor aquí, he visto muchos juguetes con los que jugar, creo que esto va a ser divertido.
(Bosteza)
Tengo un poco de hambre y estoy cansado, por favor llevadme a comer un poco y luego dejadme dormir.
(Mira a los tres niños, bostezando para ver si se dan cuenta de lo que quiere)
CANDELA: (le ha parecido oír una voz desconocida diciendo tener hambre y sueño)
¿Trasto, tienes sueño?
¡Mamá, creo que Trasto quiere dormir otra vez!
TRASTO: (piensa) ¿Me habrá entendido Candela?, parece que sí, porque le ha dicho a su mamá una de las cosas que me apetecen ahora. Falta la otra, a ver si descubro cómo decírselo.
MATEO: ¿Otra vez se va a la cama?, ¡pues qué rollo, yo quería jugar con él!
MARTINA: ¡Ven Candela, trae a Trasto a ver si quiere un poco de leche!
(Trasto por fin posa sus patitas en el suelo, y descubre donde va a tener que ir a comer siempre que tenga hambre)
TRASTO: ¡Ummm, qué bien huele!, y aquí no tengo que pelear con nadie para comer. ¡Todo esto es sólo para mí!
Me va a gustar, creo que esta familia me va a gustar.
(Como estaba acostumbrado a comer rodeado de sus hermanos, se termina rápidamente el bol de leche)
TRASTO: (mirando a Candela). Muy rico amita, estaba muy rico. ¿Te importa llevarme a mi cama?, necesito descansar un rato.
(Candela vuelve a escuchar esa voz desconocida pidiendo que le lleve a la cama, no dice nada a nadie, pero se queda pensativa. Coge al cachorro y lo lleva a su cama)
(Después del asombroso descubrimiento que cree ha hecho, Candela va en busca de su hermano Lucas para contárselo)
Lucas ven, tengo algo muy importante que decirte.
Creo que entiendo a Trasto cuando me mira, y cuando abre la boca, en vez de escuchar un ladrido o un ruido típico de perro, escucho palabras, todavía no muy claras, pero son palabras, te lo aseguro.
Creo que entiendo a Trasto cuando me mira, y cuando abre la boca, en vez de escuchar un ladrido o un ruido típico de perro, escucho palabras, todavía no muy claras, pero son palabras, te lo aseguro.
LUCAS: ¿Qué dices?, mira que te he dicho veces que dejes de leer esos libros de animales que hablan, que te hace falta muy poco para imaginar cosas.
CANDELA: ¿Por qué no me crees?, es cierto. Cuando se despierte te lo voy a demostrar, ya lo verás.
(Trasto estuvo dormido gran parte del día. Ya no sentía tanto frío ni miedo, le gustaba escuchar entre sueños las voces de su familia, y notaba de vez en cuando cómo unas manos pequeñas y delicadas le tocaban la cabeza o la barriga.
Cuando estaba casi anocheciendo, se despertó con hambre y con muchas ganas de hacer pipí)
MATEO: (acercándose a la cama del cachorro)
Hola Trasto, ¡cuánto duermes!, he estado todo el día esperándote para jugar.
TRASTO: Hola Mateo, es verdad, he dormido mucho, podemos jugar ahora si quieres.
MATEO: (muy sorprendido y un poco asustado por la voz que acaba de escuchar)
Ummm, eh, espera Trasto que voy a llamar a Candela para decirla que ya te has despertado.
CARLOS: (dirigiéndose a Mateo)
Dila que traiga la fregona y papeles de periódico, que esta vez le toca a ella.
MATEO: (casi sin aliento)
Candela, Candela, no sabes lo que me acaba de pasar.
¡Puedo escucharle!, ¡le entiendo!, ¡ven corre, ven, que se acaba de despertar!
¡Le he oído hablar!, ¡que puedo hablar con él!
¡Le he oído hablar!, ¡que puedo hablar con él!
¡Vamos Candela, porfi, que quiero enseñarte una cosa!
CANDELA: (estaba terminando los deberes del colegio, y la entrada angustiosa de su hermano en la habitación la pilló por sorpresa)
¿Qué te ocurre Mateo?, ¡tranquilízate un poco, que te va a dar algo!
Cuéntame despacio qué te pasa, pero coge aire, que no puedes casi ni hablar.
(Se oye a Martina gritar desde el salón)
MARTINA: ¡Candela, trae la fregona y periódicos!
MATEO: Ah, eso también, me ha dicho papá que vayas a limpiar el pipí de Trasto.
(Después de recoger los pipís de Trasto y darle un gran bol de leche templada con bolitas de pienso, los dos hermanos cogen al perro y se lo llevan a la habitación de Candela)
CANDELA: Venga Mateo, qué me tenías que decir.
MATEO: Le entiendo.
Antes le he oído hablar, me ha dicho hola y que podíamos jugar ahora.
Antes le he oído hablar, me ha dicho hola y que podíamos jugar ahora.
(Los dos hermanos sientan a Trasto en la cama de Candela y se sientan cada uno a un lado. No dejan de mirarle, por lo que Trasto empieza a sentirse un poco incómodo y asustado)
TRASTO: ¿Qué pasa?, ¿he hecho algo malo? No me miréis así por favor, que me estáis asustando.
CANDELA: Mateo, ¿has escuchado lo mismo que yo?
MATEO: (con ojos de miedo y voz temblorosa)
Sí, le he escuchado y entendido. ¿Qué pasa Candela?, ¿por qué le podemos escuchar y entender?
CANDELA: No sé por qué, pero podemos. ¡Uff!, creía que sólo me pasaba a mí. Se lo he dicho antes a Lucas y no me ha creído.
MATEO: (dirigiéndose al cachorro). Trasto, ¡podemos oírte! No te entiendo bien del todo, pero puedo escucharte hablar. Al principio me has asustado, pero ahora me gusta.
(Se ríe con nerviosismo)
TRASTO: Yo tampoco sabía que me entendíais, pero antes, cuando he dicho que tenía hambre y sueño, y Candela me ha llevado a comer y después a mi cama, he descubierto que podía. Pero no sabía que tu también, Mateo.
¡Qué bien, puedo hablar con vosotros!
CANDELA: Creo que lo tendríamos que mantener en secreto, nadie puede saber que hablamos contigo, que te entendemos.
Si Lucas no me ha creído antes, seguro que nadie nos cree.
Hacemos un pacto, ¿vale?
MATEO Y TRASTO: ¡Vale!, este es nuestro secreto.
(Unas semanas después de que Trasto llegase a la casa de su nueva familia, llega el momento de las vacunas y de las visitas al veterinario)
CARLOS: Venga Lucas, coge al perro que nos vamos al veterinario. Le tienen que poner unas vacunas y el microchip.
Tápale con una manta, no se constipe, que fuera hace mucho frío.
LUCAS: Jo, papá, ¿por qué tengo que llevarle yo?, ¿no es Candela la encargada del perro?
Vamos Trasto, que te van a pinchar (sonríe con un poco de maldad)
TRASTO: (mareado por los bruscos movimientos de su amo)
¿A dónde vamos?, ¡espera, espera, que me hago pipí!, pero… ¿dónde está Candela?, ¿sólo vamos nosotros?, pero… ay, no me muevas tan rápido. ¡Ay qué mareo!
(Lucas muy sorprendido por la voz que escucha, la cual parece provenir de su perro, le mira, sacude la cabeza, y se mete en el coche)
CARLOS: (ya en la consulta del veterinario, pide a su hijo que deje al perro sobre la mesa para que la doctora pueda examinarlo y ponerle las vacunas)
Venga Lucas, deja a Trasto aquí. Va a ser un momento.
TRASTO: Qué raro huele aquí. Parece que huele a miedo. Ay Lucas, no me sueltes, no dejes que me hagan nada.
(Mira a un perro grande que pasa junto a ellos, el cual alcanza a decirle unas cosas)
PERRO GRANDE: No te resistas, duele un poco, pero todos los perros debemos pasar por esto. ¡No se te ocurra morder a la veterinaria ni a nadie, que sino es peor!
TRASTO: (Mira a su amo). Ay Lucas, no te vayas, no me dejes solo, ¿vale? Tengo miedo, seguro que me va a doler, ese perro grandote me lo ha dicho.
LUCAS: (susurrándole)
Vamos Trasto, tienes que ser fuerte, ya verás que es un pinchacito y dura muy poco. En un rato estamos otra vez en casa.
(La veterinaria pincha a Trasto en el lomo)
TRASTO: (suelta un quejido)
Ay Lucas, eso ha dolido, pero no tanto como me esperaba. Ven, no me sueltes la pata, que eso que trae es más grande.
(La veterinaria le pone el microchip detrás de una oreja. Esa vez Trasto se queja más, le ha dolido bastante)
TRASTO: ¡Ay, ay, ay! (llora)
Lucas, llévame a casa, me duele mucho la oreja, ¡ay!
LUCAS: (coge a Trasto y le envuelve en la manta, abrazándolo con suavidad y hablándole bajito para lograr tranquilizarle)
Venga Trasto, ya nos vamos. Has sido muy valiente.
(Después de cenar, Lucas reúne a sus hermanos en su habitación para contarles lo que le ha pasado hoy con el perro. Está nervioso, emocionado y algo desorientado, pero se muere de ganas de compartirlo con sus hermanos)
LUCAS: Candela, Mateo, ¿os acordáis que habéis estado diciéndome que podíais hablar y entender a Trasto?, ¿y que yo no os creí?, pues a mí también me ha pasado.
Al principio no podía creérmelo, pero cuando he descubierto que la voz que escuchaba era de Trasto, entonces si que he alucinado.
Le hemos llevado papá y yo al veterinario, y ha estado todo el camino hablándome, y en la consulta igual. ¡Hasta he oído lo que hablaba con otro perro que estaba allí!
Chicos, esto debe ser un secreto, no se puede enterar nadie, ¡eh!
CANDELA: (ríe). Bueno, pues ahora nos crees, ya no estamos tan locos.
¡Qué bien!, me encanta lo que podemos hacer, ¡me encanta!
(A partir de ese momento, Lucas y Trasto se convirtieron en amigos inseparables. Trasto había logrado unirse al más complicado de los tres hermanos. Estaba feliz, lo había conseguido)
Pasaron varios años. Trasto creció mucho, y se convirtió en el mejor amigo de los tres hermanos; el poder hablar con ellos hizo que la relación se afianzase hasta extremos insospechados.
Todos se encargaban del bienestar de Trasto; todos jugaban, le daban de comer, guardaban los secretos de las fechorías del perro, y se llegaron a turnar para que durmiese cada noche con uno, siempre con cuidado.
Era su perro y le adoraban.
(Un día Lucas encontró una historia muy parecida a la suya en internet. En ella se contaba la capacidad de algunas personas de hablar con los animales.
Lucas se sorprendió, pensaba que sólo podían ellos, pero se alegró de que hubiese más gente a la que le hubiese pasado lo mismo que a ellos. Pero el texto finalizaba dando un dato que desconocía y que le entristeció; esa capacidad desaparecía en el momento de cumplir la persona dieciocho años.
A Lucas le faltaban unos meses para llegar a la mayoría de edad, y a partir de ese momento, se terminaron las charlas con su querido perro)
LUCAS: (de noche, con Trasto a los pies de su cama)
Trasto, ¿estás despierto?, tengo que contarte una cosa.
TRASTO: Sí amito, estoy despierto. Llevo notando tristeza en ti todo el día, ¿qué te pasa?, ¿te encuentras bien?
LUCAS: Estoy preocupado. Hoy he leído una cosa que me ha entristecido.
TRASTO: ¿El qué?, dime, vamos, ¿qué es lo que has leído?
LUCAS: Sabes que sólo los niños podemos hablar contigo, ¿verdad? Pues lo que he leído es que, a partir de que un niño cumple dieciocho años, deja de poder hablar con los animales.
¡Y a mí sólo me faltan tres meses para cumplirlos!, ¡yo no quiero dejar de hablar contigo!, ¡no quiero que dejes de hablarme!
(Llora)
TRASTO: (Se acerca a su amito y le da un lametón en la mejilla, lamiéndole una lagrima)
No te preocupes Lucas, seguro que a partir de ese momento, podemos hablar de otra manera.
(Él también está triste, Lucas es su gran amigo, y no le gusta nada la idea de dejar de hablar con él)
LUCAS: Trasto, sabes que desde ese día en el que descubrí que podía entender lo que decías, no me he separado de ti. Siempre te he contado todo, has sido mi fiel amigo, siempre has tenido una palabra de ánimo o de riña para mí. ¿Qué voy a hacer ahora?
(Sigue llorando abrazado a Trasto)
TRASTO: Durante estos años nos hemos conocido muy bien. Hay veces que no nos hace falta hablar para saber lo que nos queremos decir.
Yo siempre voy a ser tu amigo, siempre estaré a tu lado cuando me necesites, eso no va a cambiar nunca, te doy mi palabra de perro.
(Trasto le pone la pata sobre la pierna y vuelve a lamerle la cara)
LUCAS: Lo sé, Trasto, lo sé.
TRASTO: ¡Se me está ocurriendo una idea! Cuando necesites saber exactamente lo que quiero decirte, porque yo seguiré entendiéndote, y tu no entiendas mis ojos, pregúntale a alguno de los pequeños, podemos contar con Candela y Mateo para que nos hagan de intérpretes, ¿qué te parece?
LUCAS: Pero es que contigo hablo cosas muy privadas que los enanos no entenderían.
TRASTO: Bueno, entonces las respuestas que yo dé, tampoco las entenderán, ¿no?
LUCAS: Vale, me parece bien. Siempre sabes qué hacer y qué decir. ¡Eres el mejor perro del mundo!
(Pasaron los meses y llegó la noche anterior al día en el que Lucas cumplía dieciocho años. Durante todo el día había estado pegado a Trasto; le llevó a su parque preferido, le cepilló, le acarició, y no dejó de hablarle.
Antes de la cena, Trasto le dijo a Lucas que debían reunir a Candela y a Mateo para contarles los cambios que tendrían lugar a partir del día siguiente, y del plan que habían ideado)
LUCAS: Candela, Mateo, venid a mi habitación un momento por favor.
(Los tres se sentaron en el suelo junto a Trasto)
CANDELA: Vamos Lucas, ¿qué pasa?, nos tienes intrigados. Espero que no sea una de tus bromas, ¡eh!, que tengo muchos deberes que hacer todavía.
MATEO: (Dirigiéndose a Trasto muy bajito). Trasto, hoy de cena hay esos filetes que no me gustan nada, ¿te pones a mi lado y te voy pasando trocitos?
TRASTO: ¡Pero bueno Mateo!, qué pasa ¿no quieres crecer? Tienes que comértelo todo, sino te vas a quedar tan bajito que nunca vas a llegar al cajón de arriba del armario.
MATEO: Jo Trasto, anda, un poco sólo porfi, sólo un poco.
TRASTO: Vale Mateo, tu te comes la mitad del filete y yo la otra mitad, ¿trato hecho?
MATEO: ¡Trato hecho!
(Chocan mano y pata)
CANDELA: Bueno ¿qué? Mateo deja ya el tema, como te vea mamá ya verás.
Lucas, empiezas o me voy.
Lucas, empiezas o me voy.
LUCAS: Bueno chicos, tengo que decirlos una cosa.
Como sabéis, mañana es mi cumpleaños, cumplo dieciocho. Hace unos meses leí en internet que lo que nosotros hacemos, hablar con Trasto, sólo lo pueden hacer los niños, y que cuando cumples dieciocho años, dejas de poder.
¿Sabéis lo que significa eso?
(Mateo y Candela se quedaron muy quietos, serios y con los ojos muy abiertos, sorprendidos por lo que acaban de escuchar)
MATEO: ¿Y ya nunca más vas a poder hablar con Trasto?, ¿y si le duele la tripa, cómo lo vas a saber?, pero…
CANDELA: ¿Estás seguro Lucas?
LUCAS: Es lo que he leído, pero mañana saldremos de dudas.
Por si ya no puedo volver a hablar con él, hemos pensado que vosotros seáis nuestros intérpretes.
¿Qué os parece?
¿Qué os parece?
MATEO: Intérpretes, ¿qué es eso?
LUCAS: Cuando Trasto os diga algo que no me pueda decir a mí, me lo tenéis que decir vosotros. Eso es lo que significa ser intérpretes.
¿Lo haríais por mí?
CANDELA Y MATEO: ¡Claro!, nosotros te contaremos todo lo que nos diga Trasto.
LUCAS: Gracias chicos, muchas gracias.
Venga, y ahora todos a cenar, que mamá ya nos está llamando.
(Esa noche Lucas y Trasto estuvieron muchísimo tiempo hablando. Lucas no quería dejar de oír nunca esa voz, y tenía la esperanza de que al día siguiente todo siguiera igual, aunque a medida que se acercaban las doce, entendía algo peor a Trasto.
Trasto intentó tranquilizarle)
TRASTO: Lucas, siempre voy a estar contigo. Eres mi gran amito y amigo. Nunca olvides los años que hemos pasado, ¡eh! Y, aunque no puedas entenderme, yo seguiré escuchándote.
LUCAS: Gracias Trasto. Has sido el mejor amigo que he tenido nunca. Me alegro de haberte llevado aquel día al veterinario. Aunque ya no te entienda y sólo escuche ladridos, siempre te cuidaré.
(Se quedaron profundamente dormidos)
(A la mañana siguiente Lucas se despertó nervioso. ¿Podría continuar hablando con su perro?, pronto lo descubrió)
TRASTO: Buenos días amito, felicidades.
(Lucas sólo escuchó un leve ladrido, pero pudo ver en los ojos de su perro lo que quería decirle. Se le cayeron dos lágrimas y se abrazó a su perro)
LUCAS: (Llorando y en un susurro). Buenos días Trasto, ha llegado el día, sé lo que me has dicho, pero no he podido entenderte.
(Trasto le lame la cara con cariño y le coge de la muñeca, dirigiéndole hacia la puerta de la habitación.
Está triste también, pero alegre de saber que siempre estará con él, aunque no puedan hablar)
Está triste también, pero alegre de saber que siempre estará con él, aunque no puedan hablar)
FIN
“Seguro que si miramos a los animales y nos quedamos muy quietos y en silencio,
podremos escucharlos; ellos siempre tienen algo que contarnos”
PROSA
Estrategia: "Cuentos al revés"
Todos conocemos el cuento de "Los tres cerditos", en el que un lobo malvado quiere comerse a tres cerditos.
En este cuento, el lobo pasa a ser un lobo bueno, asustadizo y tranquilo, mientras que son los tres cerditos los que son malvados e intentan por todos los medios convertir al pequeño lobo en su comida.
Espero que disfrutéis de esta versión del cuento.
Os dejo con ella.
EL LOBITO Y LOS TRES CERDOS
En un gran bosque, en la zona más frondosa, vivía una pareja de lobos con su lobo cachorro. La vida era tranquila y divertida; el pequeño lobo iba siempre al colegio y sus padres estaban muy orgullosos de él.
Pero había algo que preocupaba mucho a los papás lobos; su pequeño lobo no asustaba, no acompañaba a sus amigos a sembrar el miedo por las poblaciones cercanas, no era considerado un verdadero lobo.
Un día, papá lobo llamó al pequeño lobo para intentar convencerle y hacerle ver cómo debía comportarse un lobo de verdad. – Hijo mío, sabes que eres un lobo, tu madre y yo te hemos criado como tal, pero no hemos logrado transmitirte el valor ni la disposición a asustar ni a cazar; consideras a todos los demás animales, incluso al hombre, como seres a los que no hay que herir, y eso no puede seguir así. – Papá lobo se quedó mirando fijamente a su hijo –. – Papá, sé que soy un lobo, y sé los esfuerzos que habéis hecho mamá y tú, pero, ¿de verdad quieres que me comporte como los lobos de mi clase?, no sabes lo brutos y lo insensibles que son, lo siento, pero yo no quiero ser así. ¿Por qué no me puedo alimentar de las plantas que crecen alrededor de nuestra casa?, seguro que las frutas de aquellos árboles están buenísimas. – Lo siento, pero mamá y yo hemos tomado una decisión. Te aseguro que hubiésemos deseado que esto no pasase, pero el jefe lobo nos ha obligado a hacerlo. Ya tienes una edad para poder valerte por ti mismo, y te hemos enseñado lo suficiente como para que no necesites nada de nosotros. Pensamos que esta es la única manera que existe para que adquieras todos los valores que debe tener un lobo. Únicamente podrás volver cuando te hayas convertido en un lobo de verdad. – Pero papá –, se apresuró a decir el pequeño lobo. No podía creer que su padre le estuviese echando de su casa. – ¡Papá, no me puedes hacer esto!, sabes el miedo que me da la oscuridad, y los ruidos del bosque, ¡papá!
Al día siguiente, muy entristecido, el pequeño lobo abandonó su poblado.
Al llegar a la orilla de un río decidió sentarse y descansar un rato. De repente cayó en la cuenta de que la noche estaba cerca y no tenía ningún refugio donde dormir. Miró alrededor, y vio un árbol frondoso, – allí voy a dormir – pensó.
Esa noche la pasó aterrorizado, no había habido un solo momento en el que no se hubiesen escuchado ruidos, que él interpretaba como pisadas, disparos, voces, etc. Su imaginación había ganado terreno.
Debido a esa experiencia, y dándose cuenta que no volvería a su hogar en mucho tiempo, decidió construirse su propia cabaña.
Mientras caminaba por el bosque junto a la orilla del río, escuchó las risas de un grupo. Se encontraban cerca, podía olerlos, – ¿Quién será?, ¿les conoceré?, ¿podrán ayudarme? – se preguntaba mientras avanzaba a su encuentro.
En un momento, y escondido tras un seto, descubrió que se trataba de unos cerdos, tres para ser exactos, y el pequeño lobo respiró aliviado, – ¡Uff, qué susto!, pensaba que eran otros animales, pero los cerdos son inofensivos. Además, mira, hay uno pequeño, seguro que me hacen un hueco en su grupo. – Y el lobo decidió ir a reunirse con ellos.
Cuando los tres cerdos descubrieron al lobo, se hicieron una señal y actuaron como si no le hubiesen visto.
¡Hola! – dijo el lobo – he escuchado vuestras voces y he pensado que, como estoy solo, podría unirme a vosotros. Los tres cerdos se relamían por dentro, el lobo tenía muy buen aspecto y llevaban unos días sin comer sólido. ¡Ven, acércate! – dijo el cerdo mayor –, claro que te hacemos un hueco, no tengas miedo, ven.
El lobo se sentó junto a ellos y esa tarde compartieron los frutos de la cena. Mientras el lobo cenaba y les contaba cosas de su vida, los tres cerdos le devoraban con la mirada, pero él no desconfiaba de sus nuevos amigos, además, ¡cómo iba a tener miedo de unos cerdos, tan rosaditos, tan regordetes!, era imposible.
Esa noche, un ruido de ramas despertó al lobo, quien se sobresaltó al sentirse solo, y al mirar alrededor del claro en el que se habían tumbado a dormir, no logró encontrar a ninguno de los tres cerdos, lo cual le preocupó y asustó. Decidió levantarse y, aunque no veía bien debido a la oscuridad de la noche, se dispuso a ir en busca de sus amigos. Después de unos pasos, volvió a escuchar el ruido de ramas que le había despertado, esta vez venía de la parte de atrás de un árbol, – ahí están, menos mal, creía que se habían ido – suspiró aliviado el lobo, pero cuando pudo acercarse a una distancia en la que podía ver con mayor claridad, descubrió que aquel ruido de ramas eran los tres cerdos preparando una hoguera. Habían ideado un soporte que le resultaba familiar, era como el que su padre hacía siempre que había algún animal para cenar.
Bueno – pensó –, será que han encontrado algún animal y mañana nos lo comeremos, aunque no me hace mucha gracia, prefiero la fruta y las hierbas –, y se acercó al grupo preguntando por lo que hacían y si podía ayudarles en algo.
¡Claro lobo!, ¡claro que vas a ayudarnos! – dijo el más pequeño de los cerdos, mientras que los otros dos mayores rodeaban al lobo –, tú serás nuestra comida de mañana. ¡Vamos, cogedle! – y los tres corrieron detrás del lobo.
El lobo no podía creerse lo que acababa de pasar, los tres cerdos que él consideraba inofensivos habían planeado comerle – ¡no puede ser!, ¡pero si lo lógico es que los lobos nos comamos a los cerdos, no al contrario! – dijo exhausto tras la carrera.
Decidió entonces refugiarse en algún lugar alejado; cuando lo hubiese encontrado se construiría una casa, ya vería como, pero así a la intemperie, no estaba seguro.
Dos días después, terroríficos para el lobo debido a que no dejaba de sentirse perseguido, encontró un lugar que le pareció perfecto. Buscó materiales para construir la casa y se dispuso a ello.
Reunió madera, piedras y paja, y al final del tercer día tenía su casa, sólida y cómoda. Ya podía dormir tranquilo.
A la mañana siguiente, mientras el lobo se encontraba buscando frutos para desayunar, escuchó unos gritos; agudizó el oído, pero le pareció que aquellas voces provenían de la villa cercana, y continuó recogiendo su comida, tranquilo y despreocupado.
Cuando se disponía a volver a su casa, por detrás de un árbol vio un gran trasero rosado con un rabito rizado que le resultó familiar – ¡No!, ¡me han encontrado!, ¿qué hago?, ¡para llegar a mi casa tengo que pasar por donde están! – pensó atemorizado. De repente, el mayor de los tres cerdos se adelantó para cortarle el paso, – ¡hola lobito!, ¿creías que no te encontraríamos?, no sabes nada de los cerdos, cuando tenemos hambre no hay animal o cosa que se nos resista, hemos vuelto a por ti. Te aconsejo que no opongas mucha resistencia, estamos cansados de andar y muy hambrientos. – El lobo no sabía qué hacer ni por dónde escapar, pero recordó cuando tuvo que huir la primera vez, – soy mucho más rápido que ellos, puedo escabullirme y lograr llegar a mi casa, donde estaré a salvo – pensó.
En ese momento el lobo salió corriendo, zafándose de los tres cerdos, y llegó por fin a su casa, cerró la puerta y las ventanas y se sentó, con la esperanza de que los tres viesen que era imposible cogerle y cejasen en su empeño. Pero los tres cerdos no se fueron, y continuaron intentando derribar la puerta. En un momento, al pequeño de los tres se le ocurrió una idea, – ¡oye!, ¿y si entramos por la chimenea? – propuso a sus hermanos. A los tres les pareció bien, y decidieron que fuese el pequeño el que subiese, ya que era el menos gordo.
Mientras, dentro de la casa, el lobo escuchaba todo lo que estaban tramando los cerdos, y miró aterrorizado el hueco de la chimenea, – ¡ay, al final van a conseguir entrar! – lloró. De repente escuchó unos pasos en el tejado, – ¡ya está ahí!, ¡ha conseguido subir! – y buscó apresurado algo con lo que taponar el conducto. En ese momento escuchó la voz del cerdo pequeño que se quejaba a sus hermanos porque se había quedado encajado en la chimenea, ya no podía subir ni bajar, – ¡chicos, me he quedado enganchado con algo, no puedo bajar! – les gritó, – ¿enganchado?, jajajaja – rieron sus hermanos mirándole desde abajo – ¡el culo ha hecho de tapón!, no te has enganchado en nada – volvieron a burlarse de él. – ¡Uff, qué alivio!, claro está gordito y no cabe por la chimenea, ¡de la que me he librado! – dijo el lobo en un suspiro.
El escándalo que estaban haciendo llegó hasta la zona en la que vivía la familia del lobo, y la curiosidad hizo que la gran mayoría de los lobos se acercasen a ver lo que ocurría. Cuando llegaron a las inmediaciones de la casa del lobo, descubrieron a dos cerdos que estaban intentando derribar la puerta, y a un tercero encajado en el hueco de la chimenea. En ese momento, el padre del pequeño lobo agudizó el oído y el olfato, y pudo oler el terror y escuchar la voz de su hijo. – ¡Parad, creo que en la casa se encuentra mi hijo!, me ha parecido oírle y creo que huelo su miedo – dijo a los demás lobos que le acompañaban. – ¡Tenemos que ayudarle!, esos cerdos son enormes y al final van a lograr derribar la puerta – dijo uno de los lobos. Y toda la manada se dirigió con sigilo hacia la casa, rodeando a los cerdos, con la estrategia que siempre utilizaban cuando cazaban.
El pequeño lobo, agotado por las horas de tensión y atemorizado, pensando que había llegado el fin, escuchó unos alaridos que venían de fuera, alaridos que le resultaban familiares. En ese momento, el cerdo que se encontraba en la chimenea comenzó a gritar y a llorar, – ¡no!, ¡dejadles, no les hagáis nada!, ¡si sólo queríamos jugar! – a lo que el padre del lobo contestó, – ¡calla, que ahora vamos a por ti! –.
Cuando el pequeño lobo reconoció la voz de su padre, respiró aliviado, ¡habían venido a rescatarle!. – ¡Papá!, ¿eres tu, verdad? – gritó lleno de alegría y alivio. – ¡Sí!, ya puedes salir, no hay peligro – contestó el padre llamando a la puerta.
El pequeño lobo salió de la casa y abrazó a su padre. No había rastro de los dos cerdos, por lo que preguntó – papá, ¿dónde se han ido los cerdos? – no se han ido – contestó el padre –, pero no los vas a volver a ver. ¡En un rato vendremos a por ti, no te preocupes! – le gritó al cerdo que se encontraba en la chimenea.
– Hijo – le dijo el padre al pequeño lobo –, me has demostrado que eres valiente, a tu modo, pero valiente, y además, ¡estás hecho todo un manitas!, ¡qué casa tan bonita has construido!, ven a casa, allí estarás a salvo. Ya has demostrado lo que tenías que demostrar. Estoy muy orgulloso de ti – terminó abrazando su hijo. – Gracias papá, muchas gracias – lloró el lobo.
El pequeño lobo volvió a su casa. Le recibieron con los brazos abiertos, había sido un gran lobo consiguiendo escapar de esos enormes cerdos, y en la manada le aceptaron tal y como era.
Y por fin, vivieron felices, y todos, salvo el pequeño lobo, comieron perdices.
POESÍA
Estrategia: "Poemas enredados"
Para la realización de la poesía, se han intercalado los versos de dos poemas: "La media luna es una cuna" de Miguel de Unamuno, y "Nana del gitanillo" de Julio Alfredo Egea.
He elegido estos dos poemas porque ambos son nanas, y tienen elementos comunes.
Como resultado se ha obtenido la siguiente poesía.
Espero que la disfrutéis.
Hasta aquí la primera parte de las creaciones literarias.
En "Creaciones Literarias II" subiré otro tipo de obras de los tres géneros literarios, en las que se utilizarán estrategias distintas, todo ello en formato libro.
Espero que hayáis disfrutado.
Cuando los tres cerdos descubrieron al lobo, se hicieron una señal y actuaron como si no le hubiesen visto.
¡Hola! – dijo el lobo – he escuchado vuestras voces y he pensado que, como estoy solo, podría unirme a vosotros. Los tres cerdos se relamían por dentro, el lobo tenía muy buen aspecto y llevaban unos días sin comer sólido. ¡Ven, acércate! – dijo el cerdo mayor –, claro que te hacemos un hueco, no tengas miedo, ven.
El lobo se sentó junto a ellos y esa tarde compartieron los frutos de la cena. Mientras el lobo cenaba y les contaba cosas de su vida, los tres cerdos le devoraban con la mirada, pero él no desconfiaba de sus nuevos amigos, además, ¡cómo iba a tener miedo de unos cerdos, tan rosaditos, tan regordetes!, era imposible.
Esa noche, un ruido de ramas despertó al lobo, quien se sobresaltó al sentirse solo, y al mirar alrededor del claro en el que se habían tumbado a dormir, no logró encontrar a ninguno de los tres cerdos, lo cual le preocupó y asustó. Decidió levantarse y, aunque no veía bien debido a la oscuridad de la noche, se dispuso a ir en busca de sus amigos. Después de unos pasos, volvió a escuchar el ruido de ramas que le había despertado, esta vez venía de la parte de atrás de un árbol, – ahí están, menos mal, creía que se habían ido – suspiró aliviado el lobo, pero cuando pudo acercarse a una distancia en la que podía ver con mayor claridad, descubrió que aquel ruido de ramas eran los tres cerdos preparando una hoguera. Habían ideado un soporte que le resultaba familiar, era como el que su padre hacía siempre que había algún animal para cenar.
Bueno – pensó –, será que han encontrado algún animal y mañana nos lo comeremos, aunque no me hace mucha gracia, prefiero la fruta y las hierbas –, y se acercó al grupo preguntando por lo que hacían y si podía ayudarles en algo.
¡Claro lobo!, ¡claro que vas a ayudarnos! – dijo el más pequeño de los cerdos, mientras que los otros dos mayores rodeaban al lobo –, tú serás nuestra comida de mañana. ¡Vamos, cogedle! – y los tres corrieron detrás del lobo.
El lobo no podía creerse lo que acababa de pasar, los tres cerdos que él consideraba inofensivos habían planeado comerle – ¡no puede ser!, ¡pero si lo lógico es que los lobos nos comamos a los cerdos, no al contrario! – dijo exhausto tras la carrera.
Decidió entonces refugiarse en algún lugar alejado; cuando lo hubiese encontrado se construiría una casa, ya vería como, pero así a la intemperie, no estaba seguro.
Dos días después, terroríficos para el lobo debido a que no dejaba de sentirse perseguido, encontró un lugar que le pareció perfecto. Buscó materiales para construir la casa y se dispuso a ello.
Reunió madera, piedras y paja, y al final del tercer día tenía su casa, sólida y cómoda. Ya podía dormir tranquilo.
A la mañana siguiente, mientras el lobo se encontraba buscando frutos para desayunar, escuchó unos gritos; agudizó el oído, pero le pareció que aquellas voces provenían de la villa cercana, y continuó recogiendo su comida, tranquilo y despreocupado.
Cuando se disponía a volver a su casa, por detrás de un árbol vio un gran trasero rosado con un rabito rizado que le resultó familiar – ¡No!, ¡me han encontrado!, ¿qué hago?, ¡para llegar a mi casa tengo que pasar por donde están! – pensó atemorizado. De repente, el mayor de los tres cerdos se adelantó para cortarle el paso, – ¡hola lobito!, ¿creías que no te encontraríamos?, no sabes nada de los cerdos, cuando tenemos hambre no hay animal o cosa que se nos resista, hemos vuelto a por ti. Te aconsejo que no opongas mucha resistencia, estamos cansados de andar y muy hambrientos. – El lobo no sabía qué hacer ni por dónde escapar, pero recordó cuando tuvo que huir la primera vez, – soy mucho más rápido que ellos, puedo escabullirme y lograr llegar a mi casa, donde estaré a salvo – pensó.
En ese momento el lobo salió corriendo, zafándose de los tres cerdos, y llegó por fin a su casa, cerró la puerta y las ventanas y se sentó, con la esperanza de que los tres viesen que era imposible cogerle y cejasen en su empeño. Pero los tres cerdos no se fueron, y continuaron intentando derribar la puerta. En un momento, al pequeño de los tres se le ocurrió una idea, – ¡oye!, ¿y si entramos por la chimenea? – propuso a sus hermanos. A los tres les pareció bien, y decidieron que fuese el pequeño el que subiese, ya que era el menos gordo.
Mientras, dentro de la casa, el lobo escuchaba todo lo que estaban tramando los cerdos, y miró aterrorizado el hueco de la chimenea, – ¡ay, al final van a conseguir entrar! – lloró. De repente escuchó unos pasos en el tejado, – ¡ya está ahí!, ¡ha conseguido subir! – y buscó apresurado algo con lo que taponar el conducto. En ese momento escuchó la voz del cerdo pequeño que se quejaba a sus hermanos porque se había quedado encajado en la chimenea, ya no podía subir ni bajar, – ¡chicos, me he quedado enganchado con algo, no puedo bajar! – les gritó, – ¿enganchado?, jajajaja – rieron sus hermanos mirándole desde abajo – ¡el culo ha hecho de tapón!, no te has enganchado en nada – volvieron a burlarse de él. – ¡Uff, qué alivio!, claro está gordito y no cabe por la chimenea, ¡de la que me he librado! – dijo el lobo en un suspiro.
El escándalo que estaban haciendo llegó hasta la zona en la que vivía la familia del lobo, y la curiosidad hizo que la gran mayoría de los lobos se acercasen a ver lo que ocurría. Cuando llegaron a las inmediaciones de la casa del lobo, descubrieron a dos cerdos que estaban intentando derribar la puerta, y a un tercero encajado en el hueco de la chimenea. En ese momento, el padre del pequeño lobo agudizó el oído y el olfato, y pudo oler el terror y escuchar la voz de su hijo. – ¡Parad, creo que en la casa se encuentra mi hijo!, me ha parecido oírle y creo que huelo su miedo – dijo a los demás lobos que le acompañaban. – ¡Tenemos que ayudarle!, esos cerdos son enormes y al final van a lograr derribar la puerta – dijo uno de los lobos. Y toda la manada se dirigió con sigilo hacia la casa, rodeando a los cerdos, con la estrategia que siempre utilizaban cuando cazaban.
El pequeño lobo, agotado por las horas de tensión y atemorizado, pensando que había llegado el fin, escuchó unos alaridos que venían de fuera, alaridos que le resultaban familiares. En ese momento, el cerdo que se encontraba en la chimenea comenzó a gritar y a llorar, – ¡no!, ¡dejadles, no les hagáis nada!, ¡si sólo queríamos jugar! – a lo que el padre del lobo contestó, – ¡calla, que ahora vamos a por ti! –.
Cuando el pequeño lobo reconoció la voz de su padre, respiró aliviado, ¡habían venido a rescatarle!. – ¡Papá!, ¿eres tu, verdad? – gritó lleno de alegría y alivio. – ¡Sí!, ya puedes salir, no hay peligro – contestó el padre llamando a la puerta.
El pequeño lobo salió de la casa y abrazó a su padre. No había rastro de los dos cerdos, por lo que preguntó – papá, ¿dónde se han ido los cerdos? – no se han ido – contestó el padre –, pero no los vas a volver a ver. ¡En un rato vendremos a por ti, no te preocupes! – le gritó al cerdo que se encontraba en la chimenea.
– Hijo – le dijo el padre al pequeño lobo –, me has demostrado que eres valiente, a tu modo, pero valiente, y además, ¡estás hecho todo un manitas!, ¡qué casa tan bonita has construido!, ven a casa, allí estarás a salvo. Ya has demostrado lo que tenías que demostrar. Estoy muy orgulloso de ti – terminó abrazando su hijo. – Gracias papá, muchas gracias – lloró el lobo.
El pequeño lobo volvió a su casa. Le recibieron con los brazos abiertos, había sido un gran lobo consiguiendo escapar de esos enormes cerdos, y en la manada le aceptaron tal y como era.
Y por fin, vivieron felices, y todos, salvo el pequeño lobo, comieron perdices.
FIN
POESÍA
Estrategia: "Poemas enredados"
Para la realización de la poesía, se han intercalado los versos de dos poemas: "La media luna es una cuna" de Miguel de Unamuno, y "Nana del gitanillo" de Julio Alfredo Egea.
He elegido estos dos poemas porque ambos son nanas, y tienen elementos comunes.
Como resultado se ha obtenido la siguiente poesía.
Espero que la disfrutéis.
LA MEDIA LUNA DEL GITANILLO
La media luna es una cuna,
me pesa en brazos
¿y quién la briza?
la carne morena
y el niño de la media luna,
de tu cuerpecito.
¿Qué sueños riza?
¡Duérmete, mi amor!
La media luna es una cuna,
por el río adelante
¿y quién la mece?
va la luna llena
y el niño de la media luna,
y azota con junco
¿para quién crece?
lobos de carbón.
La media luna es una cuna,
¡Que no! ¡Que aquí no...!
va a luna nueva;
ya vuelan los pájaros
y a niño de la media luna,
negros de tus ojos
¿quién me lo lleva?
a mi corazón.
La fragua distante
la media luna es una cuna,
levanta en el viento
¿y quién la briza?
su constelación.
Yunques y martillos
y el niño de la media luna,
harán con tus sueños
¿qué sueños riza?
ánforas de sol.
La media luna es una cuna,
la rueda del carro,
¿y quién la mece?
con polvo de luna,
y el niño de la media luna,
cesa en su canción.
¿Para quién crece?
El caballo esconde
la media luna es una cuna,
su trote mejor.
Va a luna nueva;
¡No llores, mi niño!
y al niño de la media luna,
¡duérmete, mi amor!
¿Quién me lo lleva?
Hasta aquí la primera parte de las creaciones literarias.
En "Creaciones Literarias II" subiré otro tipo de obras de los tres géneros literarios, en las que se utilizarán estrategias distintas, todo ello en formato libro.
Espero que hayáis disfrutado.
Perfecto.
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